
Una vez fuí invitado a la casa de una familia. Por la tarde estaba sentado en el jardin. El sol se estaba poniendo y era un atardecer maravilloso y silencioso. Los pájaros estaban volviendo a los árboles, y el niño pequeño de la familia estaba sentado a mi lado. Simplemente le pregunté:
¿Sabes quién eres?
Los niños son más listos, más receptivos que los mayores, porque los mayores ya están viciados, corrompidos, contaminados con todo tipo de ideoligías, de religiones. El niño me miró y me dijo:
Me estás haciendo una pregunta muy difícil.
Yo le contesté:
¿Dónde está la dificultad?
Él me contestó:
La dificultad está en que yo soy el único hijo de mis padres y por lo que puedo recordar, cada vez que viene algún invitado me dice que tengo los ojos de mi padre, otro dice que tengo la nariz de mi madre, otro dice que tengo la cara de mi tío. Así que no sé quién soy, porque nadie dice que tenga nada mío.
Esto es lo que se hace con todos los niños. No dejas al niño solo para que experimente él mismo, y no dejas que el niño se convierta en él mismo. Sigues descargando sobre el niño tus propias ambiciones incumplidas. Todo padre quiere que su hijo sea su vivo retrato.
Sin embargo, el niño tiene un destino propio, sí se convierte en imagen tuya, nunca será él mismo. Y si no eres tú mismo, nunca te sentirás satisfecho; nunca te sentirás a gusto con la existencia.
Estarás siempre echando algo de menos.
Conocer el rostro original de uno es el principio de una vida de amor, de una vida de celebración
Gracias Maestro Osho, por dejarnos tanta sabiduria y belleza en tus textos.