"Con ellos comparto y con ellos recuerdo"

sábado, 18 de septiembre de 2010

ABENTOFAIL





El fragmento siguiente narra sobre la extraordinaria obra de Abentofáil: El filósofo autodidacto. La novela desarrolla un cuento donde un niño es abandonado a merced de la buena ventura en una isla y es criado por una gacela; así, el niño crece y por sus propios medios logra hacer metafísica; es decir, lo consigue sin "ayuda" de nadie. Leámoslo:

«Dicen, pues, que había frente a esta isla otra isla grande, [...] poblada de gente, y gobernada a la sazón por uno de sus moradores, [...] que tenía una hermana [...] a quien disuadía del matrimonio e impedía el casamiento, por no encontrar hombre de prendas suficientes para ella. Tenía también un deudo o allegado, [...] que se casó con ella en secreto, [y quedó ella] luego embarazada de él y dio a luz un niño. Mas como temiera [...], colocó al niño en una caja de madera y, después que le hubo amamantado, la ajustó y ató con firmeza y habilidad y saliendo con ella al anochecer y acompañada de algunos criados y personas de su confianza hacia la orilla del mar, [a pesar de su dolor, la soltó luego] en el mar, y alcanzándola casualmente la corriente de las aguas agitadas por la marea, la transportó aquella misma noche a la playa de la otra isla antes citada. [...]»
«[Llegando a la orilla] lloraba y se estremecía pidiendo socorro, llegando su voz a oídos de una gacela que había perdido a su hijuelo por haber salido de su custodia y haber sido arrebatado por el águila; y cuando la gacela oyó esta voz, creyendo fuese la de su hijo, anduvo en seguimiento hasta que llegó a la caja; [...] compadecióse de aquél ser viviente, concibió por él un afecto tiernísimo, ofreciéndole sus pechos y le sació de leche fácilmente digerible, sin que en adelante cesara ya de prodigarle sus cuidados, de alimentarle y de apartar, de él cualquier daño. [...]»
«[El niño fue creciendo y] acostumbrándose a andar con las bestias y éstas con él, y ni ellas le molestaban ni él a ellas. [Empezaron a fijarse] en su mente las imágenes de las cosas después de apartarlas de su vista, [también descubrió en su persona] las partes vergonzosas.»
«[El niño] veía que las bestias vivas evitaban el contacto de las muertas de su especie y huían de ellas, razón por la cual no hallaba expedito el camino para esta obra, hasta que, habiendo encontrado cierto día un águila muerta, dirigióse resueltamente al cumplimiento de su deseo. Aprovechóse de la ocasión, pues no viendo que ninguna de las bestias huyera de dicha águila, se acercó a ella y cortó sus dos alas y su cola íntegramente, tal como ellas eran; [...] esto le proporcionó medio con que cubrir su desnudez, calentar su cuerpo e infundir temor en los ánimos de todas las demás bestias; de tal modo que ya no le disputaron las cosas ni se le opusieron, y ni aún siquiera se le aproximaba alguna de ellas a excepción de la gacela que le había amamantado y criado. Esta, pues, no le abandonó jamás, ni tampoco él la dejó nunca, [...]»
«[Llegó el día en que el cuerpo de la gacela se debilitó y murió.] Cuando la vio el niño en semejante estado se afligió con extremado dolor, [llamábala] con aquella voz a la cual ella solía contestar apenas oía, y la invocaba con el mayor esfuerzo posible; pero no por esto observaba en ella movimiento ni alteración alguna. Procedió a observar los oídos y ojos de aquella, y no vio en ellos lesión y daño perceptible; fue asimismo examinado todos los demás miembros de su cuerpo, sin notar en ninguno de ellos menoscabo alguno. Deseaba ardientemente encontrar el lugar donde radicaba aquella lesión para removerla de ella, con la cual retornara su madre adoptiva al prístino estado de vida y vigor. Nada de esto le saltó a la vista, y no pudo, por tanto, realizar su deseo.»
«[Por otra parte] había notado que cuando cerraba sus ojos o los cubría con cualquier objeto, no veía cosa alguna hasta que desapareciese aquél obstáculo; asimismo había observado que cuando introducía los dedos en sus oídos, obturándolos, no oía cosa alguna hasta que los apartaba, y del propio modo había observado que cuando comprimía su nariz con la mano, no percibía olor alguno, en tanto que no dejara expedita su nariz; en virtud de esto infería o creía firmemente que todos sus sentidos y sus funciones todas estaban sujetos a obstáculos que los impedían, y que cuando desaparecían tales obstáculos se reanudaban aquellas funciones. Habiendo, pues, observado todos los miembros exteriores de aquella sin ver en ellos ningún vicio manifiesto, [...] asaltó su mente la idea de que aquél vicio o defecto que en ella se había presentado hallábase tan sólo en un miembro oculto a la vista, alojado en las entrañas del cuerpo; y que este miembro era de tal condición, que ninguno de los demás miembros exteriores podía prescindir de su funcionalismo; [...]»
«[...] Había él observado anteriormente en los cuerpos muertos de las bestias y demás animales, que todos los miembros eran macizos, sin que hubiera cavidad en ellos, a excepción del cráneo, pecho y vientre; y vínole a la mente la idea de que el miembro aquél que se hallaba de tal modo afectado, no debía encontrarse sino en uno de estos tres lugares, [...] además, cuando reflexionó sobre sí mismo, percibió en su pecho semejante miembro; y en tanto que, al considerar sus demás miembros, como la mano, el pie, la oreja, la nariz, el ojo y la cabeza, veía posible la separación de ellos, infiriendo de aquí que podía prescindir de ellos; en cambio, cuando meditaba acerca de aquella cosa que había entrado en su pecho, no le parecía pudiera prescindir de ella ni aún por un momento. [...]»
«[...] Pensó, pues, si entre las bestias y demás animales había visto alguno que, hallándose en un estado semejante al de la gacela, volviose luego al primer estado; y como no encontrase nada en esto, comprendió, por tanto, que habría que desesperar restituirla a su primer estado, [...] si él encontrase dicho miembro y removiese de él la indisposición referida; decidióse, por tanto, a abrir su pecho y a investigar lo que en él hubiese. [...]»
«[Abrió, por tanto, su pecho] lo que consiguió con no poca dificultad y repugnancia, tras multiplicados y penosos esfuerzos, dejando ya el corazón al descubierto; como le viera macizo por todas sus partes, observó si notaba en él algún defecto aparente o manifiesto, y no encontró en él cosa alguna; pero habiéndole comprimido con su mano, vino en conocimiento de que había en él alguna cavidad, y dijo: «Tal vez el objeto último de mis investigaciones precisamente esté en el interior de este miembro, y yo no he llegado a él todavía». Rajó, pues, sobre él, y encontró allí dos cavidades, una del lado derecho y otra del lado izquierdo; la del lado derecho llena de sangre coagulada y la del lado izquierdo vacía, no había en ella cosa alguna, y dijo: «No hay la menor duda que el asiento de la cosa que busco sea uno de estos dos receptáculos». [Y se dijo:] «En cuanto a esta sangre, ¿cuántas veces al herirme las bestias, peleando con ellas, fluyó de mi cuerpo con abundancia? Y, sin embargo, ni esto me ha perjudicado, ni me ha impedido en lo más mínimo ninguna de mis acciones. No es pues, este receptáculo donde se halla el objeto ansiado. Por lo que respecta al receptáculo del lado izquierdo, veo que se halla vacío, [y no] me avengo a pensar sino que el objeto por mí buscado estaba en él, y que, al separarse de allí, lo dejó vacío; y que por esta causa sobrevino a este cuerpo la paralización que se apoderó de él, privándole de los sentidos y anulando sus movimientos». Y cuando vió que aquello que se alojaba en dicho receptáculo se ausentó antes de la destrucción de éste, y que le abandonó cuando aún se hallaba en buen estado, comprendió que con más razón no volvería a él después de la destrucción y disección de que había sido objeto.»
«Consagróse, pues, a la meditación acerca de aquella entidad, qué sería, cómo existiría, qué fuera lo que la unió a aquella carne, adónde se había dirigido, por qué puerta saliera cuando se ausentó del cuerpo, cuál la causa que la determinara al salir, si fué contra o según su voluntad, y en este último supuesto, cuál fuera la causa por la cual se le hiciera tan odioso el cuerpo, que se decidiera a abandonarle.»

Realmente impresiona ver el desenlace final. Por sus propios medios este chico logra entender lo que en esta obra hemos llamado nada llena, o sea, aquél ventrículo vacío pero que le convencía contenía la explicación de lo que impulsa lo vital; en contraste y complementación, explicita la nada llena como el otro ventrículo que posee sangre, es decir, esa sustancia fisiológica consecuente. Representa por tal este cuento la metafísica y la física de la vida correspondientemente.

domingo, 5 de septiembre de 2010

REFLEXIONES SOBRE MUERTE Y TRANSCENDENCIA


Si reparamos en una sana introspección, veremos que no somos conscientes de que en algún momento de la historia hemos nacido, y ni que tampoco vamos a desaparecer. Tenemos dentro nuestro ese sentimiento que otorga la eternidad mayéutica que nos dirige y que en verdad muestra la realidad, puesto que nuestro aparecer y desaparecer es sólo fenoménico, o sea a nivel corporal
"Mirad vuestro perro, ¡qué tranquilo y contento está! Millares de perros han muerto antes de que éste viniese a la vida. Pero la desaparición de todos aquéllos no ha tocado para nada la idea de perro. ¿Qué es, pues, lo que la muerte ha destruido a través de millares de años? No es el perro; ahí está delante de vosotros, sin haber sufrido detrimento alguno. Sólo su sombra, su figura, es lo que la debilidad de nuestro conocimiento no puede percibir sino en el tiempo."
Comemos y esto irá a parar fuera de nuestro cuerpo; es decir, somos como una cañería vacía tal cual el ventrículo de la gacela de Abentofáil." Y así como estamos perfectamente satisfechos con conservar nuestra forma y no sentimos perder la materia excretada, la misma actitud conviene conservar cuando la muerte viene a cumplir en gran escala y en mayor medida, lo que sucede en cada día y en cada hora con la excreción; así como permanecemos indiferentes en el primer caso, deberíamos no espantarnos tampoco en el segundo. " " es tan absurdo embalsamar los cadáveres como lo sería conservar cuidadosamente nuestras deyecciones. "
Para pasar del aspecto mental al material o viceversa, tenemos, por así decirlo, que separar los elementos y reunirlos luego en un orden completamente distinto. Si a un niño se le entrega una caja muy complicada de construcciones de diversas formas y colores. Con ella puede formar una casa, una torre, una iglesia, la muralla china, etc. Pero no puede construir dos al mismo tiempo, porque necesita los mismos ladrillos, o al menos una parte común de ellos, para cada cosa. Así, pues, y para resumir, nosotros no pertenecemos a este mundo material que para nosotros construye la ciencia. No estamos en él, sino fuera, y somos solamente espectadores. La razón de que creamos estar en él, pertenecer al cuadro, radica en que nuestros cuerpos forman parte del mismo.
Así como una muela que se saca ya no se siente, y solamente podrá sentirse a veces una sensación localizada que la identifique en el lugar orgánico que dejó pero no en el lugar donde quedara, de la misma forma en la muerte no sentiremos nuestro organismo degradarse. Cuando uno muere no sentirá nada de lo visceral aunque sí las cuestiones que han sido metafísicas en esta vida como lo son todos los sentires, es decir las sensaciones y sentimientos, puesto que no son degradables sino trascendentables. Estamos en un mundo de sensaciones, pero venimos y vamos a un mundo de sentimientos. "Allá" todo "será" lo que "fué": sentimientos —amor, miedo, moral, gusto y demás. Si bien el amor aquí es uno, el temor es uno, etcétera, todo sentir en sí se nos aparece como Uno; y cuando fenezcamos no es que "sigamos siendo", sino que "volvemos" al Todo que a todos afecta, es decir, a ese concepto holístico oriental.


La muerte es un sueño en que se olvida de despertar al durmiente, pero todo lo demás despierta, o mejor dicho, permanece despierto."
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